miércoles, 1 de julio de 2009

Michael Jackson ¿has visto mi infancia?

Como en su canción, Michael Jackson se pasó la vida buscando la infancia perdida.
El peso
de su genialidad cayó como una roca sobre él.
Fue un
artista de nuestros tiempos que probó en vida el agridulce sabor de la gloria.

Hay ídolos de barro que se derrumban con la primera brizna que cae sobre ellos. Y hay ídolos de diamante, atemporales, con brillos que destellan invariablemente. Michael Jackson pertenece a este último tipo de gemas artísticas y musicales que trascienden las fronteras por su genialidad indiscutible y por la perfección que desarrolló en su arte.

Basta asomarse a cualquiera de sus presentaciones para reconocer en Michael Jackson al prolífico compositor que se inspiró en su propia vida, al versátil cantante que lograba tonos bajos sin abandonar los altos hasta alcanzar un matiz casi femenino y al virtuoso bailarín que acepta en sus movimientos el poder del ritmo creando una alquimia perfecta en la que el cuerpo se impregna de la poesía del alma.

El arte de Michael Jackson nos transporta a diversos ambientes y estadios de la vida humana. Con sus meneos mundanos retrocedemos hasta los ambientes nocturnos de los afroamericanos de los años sesenta. Con sus caminatas espaciales y su paso moonwalk volamos hacia el ritmo callejero de los suburbios del Bronx o hasta el mimo que marcha contra el viento como desafiando la gravedad.

Con su plasticidad nos introduce a los teatrillos de marionetas, sólo que aquí Michael Jackson cambia los papeles y decide que sea el hombre quien se haga títere La gema que ocultaba la persona de Michael Jackson se dejó ver desde su temprana infancia generándole, paradógicamente, triunfos del tamaño de su tristeza.

La carga que le significó su
destellante don, por la presión y las responsabilidad a la que fue expuesto desde tan corta edad, le dejó vacíos y distorsiones para el resto de su vida, tal y como el mismo lo contó en su pieza musical Childhood (Infancia)

¿Has visto mi infancia?
Estoy buscando el mundo del que provengo,
Porque he estado mirando en lo profundo y perdido de mi corazón…
La gente dice que soy extraño porque sigo bromeando como un niño,
ellos lo ven como excentricidades, pero perdónenme,
ha sido mi destino que compensa la infancia que nunca he conocido.

¿Has visto mi infancia?
Estoy buscando esa maravilla en mi juventud,
como piratas en los sueños de aventuras de conquistas y reyes en el trono
Antes de juzgarme, intenta amarme con intensidad
…la dolorosa juventud que yo he tenido

Hoy hasta los detractores de Michael Jackson reconocen en él el prototipo de su genialidad y su facilidad física para el movimiento con el que creo ilusiones ópticas que lo hacían lucir sin gravitación y con una levedad casi sideral.

La capacidad para avivar con su arte las nostalgias del alma humana, sus deslizamientos hacia atrás mientras aparenta ir hacia adelante, sus producciones refinadas, su voz dulce, sus composiciones dolidas y sus zarandeos sensuales lo ubican en el Olimpo de los dioses modernos del canto y la danza popular, como en su momento lo fue Apolo para los griegos.

Pero, paradógicamente, el hombre elegido por la naturaleza para llevar la música masiva de hoy a escalones más altos, tuvo una vida dramática y triste, probablemente, por su capacidad incesante de generar dólares. Ser en sí mismo una máquina registradora quizá lo hizo lucir distinto ante los ojos de quienes lo rodearon, distorsionando la relación del mundo con él y su relación con el mundo.


En sus primeras presentaciones, cuando apenas era un niño que se divertía y jugaba con la música, Michael Jackson lucía pletórico y sonriente. Pero, cuando el canto dejó de ser un juego y se impuso como obligación sobre las fantasías infantiles, el viaje por la vida se le tornó confuso y pesado.

Hoy, las personas que valoran el aporte artístico de Michael Jackson están afligidas por su partida prematura y por las condiciones tristes que rodearon su muerte.Un ser humano dotado de tan excelsas virtudes mereció, sin duda, una mejor vida e incluso una mejor muerte, sin que esto justifique sus actos.

Si su desarrollo personal hubiese sido más armonioso, probablemente Michael Jackson habría disfrutado el baile de su propia vida y nosotros seguiríamos aún delirando con sus contorneos siderales.