lunes, 28 de junio de 2010

EL TESTAMENTO DE SARAMAGO


Uno de los más lúcidos escritores contemporáneos dejó de existir.
Entre sus muchas obras, el ateo Saramago nos dejó un nuevo y un viejo testamento: una versión de Caín y otra de Jesucristo.



Saramago, el escritor heterodoxo, disconforme, iconoclasta, visionario y de alguna manera místico, ve el cielo más cerca porque partió a su cita con Dios a quien tanto confrontó en su obra literaria.

Muy seguramente en esos mundos celestiales habrá un silencio primordial cuando sus manos se junten con las manos de Fernando Pessoa, aquel que tanto desasosiego le generó como una musa a su artista y de quien bebió toda su ambrosía porque quizás se reconoció en él: escritor, filósofo y poeta como él; profundo como él; portugués como él; no tan abatido y desconsolado como él, pero al igual que él buscador del sentido en el sinsentido de la vida.

Quizás al verle le dirá que fue tanta su admiración que se inspiro en èl para su primera novela El Año de la muerte de Ricardo Reis (1985). En ella Saramago se hace testigo de la desaparición de Reis, el personaje más representativo de Pessoa.

Desde entonces sus novelas merecieron el reconocimiento y la admiración de millones de lectores en el mundo entero que aun lamentan su partida porque era un pensador que admitía la fraternidad entre los hombres como antídoto infalible contra la ceguera, no de los ojos sino del alma, de ciegos que viendo no ven.

Fue un hombre de izquierda, extremadamente humanista, del humanismo integral, cuya base es el hombre pero el hombre total, natural, inconsciente. Tuvo una capacidad excepcional para mirar y comprender los fondos del alma humana y para rebelarse a lo establecido, continuando con el pensamiento de la izquierda europea de los siglos XIX y XX. Todo esto de alguna manera lo refleja en su obra literaria y en la crítica pública, a la que nunca renunció.

Saramago reprocha pero comprende, destruye pero al mismo tiempo crea porque en esa destrucción esta la semilla de la creación. Sus cuestionamientos son los del hombre que mira desde el fondo de su alma y desde lo más tierno y humano de su corazón.

No sabía de escribir corto. Sus novelas son extensas, poéticas, alucinantes, eróticas, creativas, pero sobre todo irreverentes y críticas de la cultura occidental, la que describió tan lúcidamente y donde se proyectan más las sombras que las luces del hombre atrapado por los instintos más primitivos y bestiales, tal y como los muestra a través de su novela El Ensayo sobre la ceguera.

Conocedor de la fuerza de las palabras acudió en sus libros a frases sencillas pero llenas de sentido y de profundidad; frases sonoras que llegan al alma, estimulan los sentidos y despiertan la inteligencia.

En las novelas Memorial del Convento, El Evangelio Según Jesucristo y Caín supo mostrar de otras formas los tiempos antiguos históricos y bíblicos y cuestionó los dogmas y miradas de la religión judía e inclusive del cristianismo. Se preguntó si las religiones son para los hombres o si son los hombres para las religiones y reprochó al que se vuelve esclavo de sus principios religiosos e intolerante con el pensamiento y la mirada religiosa de los demás.

Saramago desnuda las religiones, las pone de presente, las desmitifica y cuestiona sus credos de fe más sagrados.

En El Evangelio según Jesucristo viaja al pasado y como un Dios griego de la literatura antigua crea, en 478 paginas, la historia de un Dios hecho humano, creado a imagen y semejanza de todos los demás, un Jesucristo expuesto a la tentación y a la ambición, porque eso también fue Jesús para Saramago, un hombre que pudo amar física, mental y sexualmente a una mujer como Maria Magdalena, a la que amó en cuerpo y alma y que no era ni prostituta ni santa, solamente una mujer de carne y hueso que le amó con autentico y arrebatado amor.

Jesús, en vez de ser concebido en el vientre de una virgen por el Espíritu Santo, es producto de la simiente de José derramada en el sagrado interior de la casta María, “sagrados ambos por ser la fuente y la copa de la vida, en verdad hay cosas que el mismo Dios no entiende, aunque las haya creado…

…Habiendo pues salido del patio, Dios no pudo oír el sonido agónico, como un estertor, que salió o de la boca del varón en el instante de la crisis, y menos aun el levísimo gemido que la mujer no fue capaz de reprimir. Solo un minuto, o quizás no tanto, reposó José sobre el cuerpo de María”.

Insistente, Saramago continua: “Un Dios que esta en todas partes, pero, siendo lo que es, un puro espíritu, no podía ver como la piel de María tocaba la piel de José, como la carne de él penetro en la carne de ella, creadas una y otra para eso mismo”.El Evangelio según Jesucristo– José Saramago 1991.

En Caín, su última novela (2009), cuestionó nuevamente los orígenes del autoritarismo del Dios judío, creador y destructor de todo, el Principio de todo lo que es, el origen, lo sagrado. Saramago es fustigador pero propone una mirada más allá, el reconocimiento de que ese Dios es nuestro propio reflejo, un arquetipo de la conciencia que puede ser modificado para el bien del hombre y del mismo Universo.

De alguna manera nos recuerda que Dios sigue siendo lo desconocido y lo incognoscible y otra vez desafía los fundamentos judeocristianos y del Islam reescribiendo la historia de un Caín humano, tan culpable como somos todos, incluso Dios, de quien dice Saramago usó a Abel como becerro para probar a Caín quien a través de Abel quiso matar al propio Dios.

En esta novela Saramago aborda el bien y el mal como los opuestos que no subsisten el uno sin el otro y que por tanto ambos siempre se darán en la conciencia del ser humano. Crea una Eva de carne y hueso, desafiante, astuta, conciente de la responsabilidad de su creador para con ella, insubordinada como esposa y desafiante como toda mujer, conocedora de sus derechos y de sus poderes femeninos.

Saramago, desechando lo simbólico de la historia bíblica y sin referirse a los grandes estudiosos de la psicología profunda como el siquiatra y filósofo Carl Gustav Jung o al mismo Freud, nos muestra su propia mirada, no única pero si provocadora y reveladora para aquellos que quieran mirar o que sepan mirar y entender.

La mirada diferente de Saramago soportó el hostigamiento de la derecha ortodoxa europea asunto que poco pareció importarle porque siguió escribiendo y siendo mas claro en cada una de sus escritos.

En su obra expuso mucho de su condición del niño campesino que fue, de la rústica aldea portuguesa de Azinhaga, del joven melancólico y frecuentemente triste que encontró amor fraternal en la pobrísima morada de sus abuelos maternos Josefa y Jerónimo, campesinos y analfabetos.

“Las mayores proezas eran mis subidas a la higuera del huerto, por la mañana temprano, para alcanzar los frutos todavía húmedos por el río nocturno y sorber, como un pájaro goloso, la gota de miel que de ellos brotaba”. (Las pequeñas memorias. José Saramago).

Saramago fue un testigo excepcional de su tiempo. Le tocó vivir, en los años treintas y siguientes, las épocas de los dictadores Salazar en su Portugal nativa y de Franco en la vecina España, también la Italia de Mussolini, el exterminio de Hitler, las atrocidades de la Primera y la Segunda Guerra Mundial y más adelante la caída del Imperio Ruso y la restauración de la paz europea al igual que el fortalecimiento de un capitalismo que a sus ojos se mostró totalitario y distorsionador del alma humana.

Saramago escribió desde el pasado y desde el presente, nos mostró al ser humano y nos abrió una ventana sobre nuestro destino, sobre nuestro futuro. Murió pero su pensamiento vive y vivirá en las obras literarias escritas para el hombre del presente y el hombre del futuro.

Para aquellos que no le hayan leído la recomendación es que no se lo pierdan, es el momento de empezar a conocerlo y para quienes ya lo conocen que renueven sus lecturas y las den a conocer entre sus amigos.

Ese seria el vivo homenaje que podríamos hacerle al sabio Saramago.
Crèditos fotos: El Elespectador, El Paìs.com