martes, 16 de febrero de 2010

¿Un Moisés, un actor, una reina o un pillo?: usted elige


Chichiolinas trasnochadas, actores, ex reinas reciben el aval del liberalismo, el uribismo y Cambio Radical para aspirar al Congreso.
Candidatos inexpertos y campañas pobres para una nación en problemas.
Colombia, país que no resuelve sus problemas de violencia, desempleo y corrupción vive una campaña política sin política, de pura imagen, pobre en planteamientos y trivializada por la farándula que es usada como propaganda política por la casi totalidad de los partidos políticos.

Las campañas para renovar el Congreso y elegir Presidente de la República 2010-2014 entran a la recta final sin fuerza en las ideas, sin propuestas sustanciales, viables y diferenciadoras que le permitan al país superar la crisis permanente que vive desde hace cien años. Por el contrario, los partidos reinciden en estrategias desgastadas y poco útiles para el país como dar el aval a candidatos que carecen de currículum.
Dar el aval a actores, presentadoras que se desnudan en las portadas de las revisas, ex reinas de belleza y otras personas del mundo del espectáculo, como lo hacen el Partido Liberal, del candidato Rafael Pardo, a la actriz Aura Cristina Geithner, o, el Partido Cambio Radical, de Germán Vargas Lleras al actor Gregorio Pernía o el Partido la U a la ex reina Vanessa Mendoza, es desconocer y subestimar la importancia del congresista en la sociedad.

En los pueblos más antiguos los que hacían las leyes eran los eruditos, los letrados y los ancianos porque se consideraban los más sabios, eran ellos quienes imponían la ley y por su sabiduría contaban con el aprecio y la consideración de los pueblos.
En el pueblo judío, por ejemplo, la interpretación de la ley era dada a los sacerdotes que se ubicaban alrededor del templo de Jerusalen; de ahí salió la interpretación ortodoxa del texto de Moisés, La Torá (La ley) como ellos la llaman.

El profeta bíblico Moisés fue un gran legislador. Al pueblo de Israel le dio no sólo los diez mandamientos sino todas las demás leyes y reglamentaciones de lo que constituye el Pentateuco que son los cinco primeros libros de la Biblia que incluyen desde el Génesis hasta el Exódo.
Moisés le entregó al pueblo judío estas leyes imperativas en el año 1.250 antes de Cristo y aún hoy siguen rigiendo la vida judía por ello se le conoce como El Legislador.

Legislar no es una tarea que pueda hacer cualquiera. Para crear leyes útiles y justas se necesita de conocimiento, equilibrio y cualidades éticas, morales, académicas e intelectuales.

No es convirtiendo en congresistas a chichiolinas trasnochadas, o a los actores y reinas o a pillos y bandidos como el país superará sus problemas: el campo colombiano aparece concentrado en pocas manos: 3 mil propietarios poseen 48 millones de hectáreas mientras que 9 millones de colombianos, que viven en los campos, solo disponen de 8 millones de hectáreas.

En las ciudades el desempleo supera el 12 por ciento y otros 8 millones de personas sobreviven en el subempleo y el rebusque. Tres millones de campesinos están desplazados de sus tierras por la guerra, que no da tregua, mientras las fuerzas para-armadas se fortalecen y resurgen en las ciudades y en los campos.
Por su parte el narcotráfico no cede en su accionar y la corrupción estatal es creciente.

Como vemos hay demasiadas urgencias para hacer de la política un espectáculo, sin embargo, los partidos lucen desconectados de la realidad nacional y demasiado apegados a sus propios intereses.
Las elecciones del 14 de marzo le da a los votantes el poder de participar en los destinos del país, a través del voto responsable y libre.
No a candidatos investigados o cuestionados y no a candidatos inexpertos y manipulables que responden a intereses clientelistas y politiqueros. Sí a candidatos de buena reputación, estudiosos y comprometidos con el futuro de la Colombia de hoy.
El país puede ver luz al final del túnel pero para ello requiere de poderes, como el Legislativo, verdaderamente justos e independientes.
Créditos fotos: Cambio, Radio Santafé

jueves, 4 de febrero de 2010

El retoño del patriarca

Todo el mundo habla del presidente de Venezuela Hugo Chávez por sus excentricidades.

Recordando algunos fragmentos de la novela El Otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez, encontramos el arquetipo del dictador.


Bendición Alvarado vio a su hijo en uniforme de etiqueta con las medallas de oro y los guantes de raso que siguió usando por el resto de su vida y no pudo reprimir el impulso de su orgullo materno y exclamó en voz alta ante el cuerpo diplomático en pleno que si yo hubiera sabido que mi hijo iba ser presidente de la República lo hubiera mandado a la escuela, señor.
Y yo solo me basto y me sobro para seguir mandando hasta que vuelva a pasar el cometa, y no una vez sino diez, porque lo que soy yo no me pienso morir más, qué carajo, que se mueran los otros, decía, hablando sin pausas para pensar, como si recitara de memoria, porque sabía desde la guerra que pensando en voz alta se le espantaba el miedo de las cargas de dinamita que sacudían la casa, haciendo planes para mañana por la mañana y para el siglo entrante al atardecer.


Y entonces empezaron las campanas de duelo en la catedral y después las de todas las iglesias y después las de toda la nación que doblaron sin pausas durante cien días y quienes despertaron por las campanas comprendieron sin ilusiones que él era otra vez el dueño de todo su poder y que el enigma de su corazón oprimido por la rabia de la muerte se levantaba con más fuerza que nunca contra las veleidades de la razón y la dignidad y la indulgencia, porque su madre de mi vida Bendición Alvarado había muerto en aquella madrugada del lunes veintitrés de febrero.

Antes del fin de aquel año se instauró el proceso de canonización.

En Roma la causa de santificación de su madre Bendición Alvarado fue suspendida por insuficiencia de pruebas, y el edicto de Roma se divulgó desde los púlpitos con licencia oficial junto con la determinación del gobierno de reprimir cualquier protesta o tentativa de desorden pero la fuerza pública no intervino cuando las hordas de peregrinos indignados hicieron hogueras en la Plaza de Armas con los portones de la basílica primada.

Mediante un decreto que concibió por inspiración propia y dictó de su cuenta y riesgo sin prevenir a las fuerzas armadas ni consultar a sus ministros, y en cuyo artículo primero proclamo la santidad civil de Bendición Alvarado por decisión suprema del pueblo libre y soberano la nombró patrona de la nación, curadora de los enfermos y maestra de los pájaros y se declaro día de fiesta nacional el de la fecha de su nacimiento, y en el artículo segundo, y a partir de la promulgación del presente decreto se declaró el estado de guerra entre esta nación y las potencias de la Santa Sede con todas las consecuencias que para estos casos establecen el derecho de gentes y los tratados internacionales en vigencia, y en el artículo tercero se ordenó la expulsión inmediata, pública y solemne del señor arzobispo primado, obispos, los prefectos apostólicos, los curas y las monjas y cuantas gentes nativas o forasteras tuvieran algo que ver con los asuntos de Dios en cualquier condición y bajo cualquier título dentro de los límites del país y hasta cincuenta leguas marinas dentro de las aguas territoriales y ordenó en el artículo cuarto y último la expropiación de los bienes de la iglesia, sus templos, sus conventos, sus colegios, sus tierras de labor con su dotación de herramientas y animales, los ingenios de azúcar, las fábricas y talleres así como todo cuanto le pertenecía en realidad aunque estuviera registrado a nombre de terceros, los cuales bienes pasaban a formar parte del patrimonio póstumo de santa Bendición Alvarado de los pájaros para esplendor del culto y grandeza de su memoria.

Se anticipó al futuro, con la ocurrencia mágica de que la vaina de este país es que a la gente le sobra demasiado tiempo para pensar, y buscando la manera de mantenerla ocupada restauró los juegos florales de marzo y los concursos anuales de reina de belleza, construyó el estadio de pelota más grande del Caribe e impartió a nuestro equipo la consigna de victoria o muerte, y ordenó establecer en cada provincia una escuela gratuita para enseñar a barrer cuyas alumnas fanatizadas por el estimulo presidencial siguieron barriendo las calles después de haber barrido las casas y luego las carreteras y los caminos vecinales, de manera que los montones de basura eran llevados y traídos de una provincia a la otra sin saber qué hacer con ellos en procesiones oficiales con banderas de la patria y grandes letreros de Dios guarde al purísimo que vela por la limpieza de la nación, mientras él arrastraba sus lentas patas de bestia meditativa en busca de nuevas formulas para entretener a la población civil.

Era difícil de admitir que aquel anciano irreparable fuera el único saldo de un hombre cuyo poder había sido tan grande que alguna vez preguntó qué horas son y le habían contestado las que usted ordene mi general.

Fuente: El Otoño del Patriarca. Gabriel García Márquez. Escrito entre 1968 y 1975.
Fotos: El Espectador, Revista Cambio.