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En el mes del amor y la amistad, SINCENSURA camina en retro hacia otros siglos para descubrir antiguas maneras de amar.
Hoy, aunque las cosas han cambiado, sexo con amor sigue siendo la llave para acercarnos a lo sublime de la vida
Hoy el sexo se solicita y se ofrece de una manera más natural pero en la época en que vivió el escritor de la prosa vulgar italiana, Giovanni Boccaccio, a principio del siglo 14, había que inventarse unos cuentazos, que por supuesto ninguno de los dos creía, pero que servían de pretexto para ejercer la sexualidad.
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Como el cuentazo que le armó el monje Rústico a la casta y gentil Alibech para desflorarla, contado por Boccaccio, en el libro El Decamerón.
Rústico, valiéndose de muchas palabras y aprovechándose de la devoción de la doncella, primero, la convenció de lo muy rival de Dios que es el diablo luego, le mostró su diablo enardecido de pasión y después le dijo que una manera de servirle a Dios era encarcelando el diablo en el infierno de ella.
Alibech, queriendo obtener el favor de El Señor, accedió.
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Con tan maravilloso juego de palabras el monje poseyó a Alibech no sólo una sino seis veces más y luego muchas veces seis. La damisela accedió sin oponerse porque creyó haber encontrado una forma placentera de servirle a Dios.
La narración de Boccaccio termina en lo que hoy se ha llamado guerra de sexos pues las llamas del infierno de Alibech debilitaron al potente diablo de Rústico que la complacía en tan escasas ocasiones que era, según narra Boccaccio, como echar un haba en la boca de un león.
El final de esta divertida historia lo podrán leer más adelante pero lo cierto del asunto es que en el siglo 14 las mujeres no se entregaban tan fácil a los hombres, eran más castas e incorruptibles, por lo reprimida que era la sociedad en aquel momento y por el temor al castigo del infierno del que hablaban el Papa y los obispos
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Freud, con su mente estudiosa y analítica, descubrió simbología de tipo sexual erótico en los sueños humanos y hasta en los rasgos del arte como el David de Miguel Ángel donde halló expresiones homosexuales del escultor.
Freud sacó el sexo de las llamas del pecado y puso en evidencia el factor del inconsciente como forma importante de lo que somos, de manera que el 80 por ciento de nuestras acciones son inconscientes.
Ingresos para la universidad, para el arriendo, para el ascenso social, para las joyas y lujos, para conseguir una visa de residente ó simplemente a cambio de una cena y una rumba.
Es decir que el sexo se volvió una mercancía. Y cuando el sexo se convierte en mercancía es prostitución.
Pero para ser justos hay que decir que no es la totalidad de las mujeres la que se dedica al comercio del sexo. También en el Planeta hay millones de mujeres (y hombres) que entienden el amarse en la carne como un tributo al amor mutuo y como un premio al ser amado.
Seres humanos que ven el sexo como un acto biológico y natural que se dimensiona con el sentimiento amoroso, donde lo masculino se sumerge en lo femenino y trasciende a la unidad. Donde dos se hacen uno.
Para este tipo de pensamiento no hace falta la compra del amor porque el amor no es una mercancía.
En este mes del amor y la amistad, y hablando de la piel y del alma, SINCENSURA quiere brindarle un tributo a la alianza infalible que se produce cuando se encuentran, en la misma cama, el sexo y el amor.
Y es infalible porque cuando nos damos por amor la gratificación no es económica sino íntima y profunda.
Cuando los amantes están llenos de amor el sexo se convierte en una fogosa aventura que ofrece sorpresas nuevas cada día.
Vivir la sexualidad con sentimientos amorosos es una elección que hoy puede lucir anacrónica o romántica por la comercialización que se hace del sexo pero nos acerca a lo sublime de la vida que trasciende en nuestro propio ser.
Ese es, en realidad, el verdadero regocijo de la vida.
Cuando Alibech aprendió a meter el diablo en su infierno
Y, no siendo ella cristiana un día preguntó a uno de qué modo y con menos impedimento podía servirse a Dios.
Respondíole el otro que mejor servían a Dios los que de las cosas del mundo huían, como quienes partían a los desiertos de la Tebaida.
Mas las tentaciones no tardaron en dar batalla a las fuerzas del eremita, el cual, hallándose muy engañado sobre ellas, sin esperar demasiados ataques volvió las espaldas y consideróse vencido.
Dio, pues, de lado santos pensamientos y las oraciones y disciplina, para sólo fijar en la memoria la juventud y belleza de la muchacha, pensando también en la forma de llegar, sin que ella lo notase, a conseguir, como hombre disoluto, lo que ella quería.
Y así, ante todo le mostró con muchas palabras lo muy enemigo de Dios que era el diablo, y luego le dio a entender que el mejor servicio que se podía hacer a Dios era meter el diablo en el infierno al que el Señor le había condenado.
La jovencita le preguntó cómo se efectuaba eso, y Rústico le contestó:
-Pronto lo sabrás, y para ello haz lo que me veas hacer.
Y comenzó a quitarse las pocas ropas que llevaba, hasta quedar del todo desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y él, arrodillándose como para orar, la atrajo cerca de sí.
Y, así estando, Rústico sintióse más encendido que nunca en deseos al verla tan bella,
-Rústico, ¿qué cosa es esa que te veo, que sobresale hacia fuera y no la tengo yo?
Dijo Rústico:
-En verdad que en cambio tienes otra cosa que no tengo
-¿El qué?-preguntó Alibech.
A lo que Rústico dijo
- Tienes el infierno; y te digo que creo que Dios te ha mandado aquí para salvación de mi alma, porque siempre que el diablo me cause esta importunidad, si tienes piedad de mí y permites que yo en el infierno lo meta, tú me darás grandísimo consuelo y a Dios daremos mucho placer y servicio si es que tu a esta regiones para eso viniste.
-Padre mío, puesto que yo tengo el infierno sea ello cuando os plazca.
-¡Bendito seas, hijita mía! Vamos a meter en el infierno el Diablo para que me deje en paz.
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Y, esto diciendo, llevó a la joven a una de las yacijas y le enseñó cómo debía ponerse para encarcelar a aquel maldito de Dios. La joven, que nunca en el infierno había puesto diablo alguno, sintió la primera vez un poco de molestia, y dijo a Rústico:
-Malo, padre mío, debe ser ese diablo y muy enemigo de Dios porque aún en el infierno, sin hablar de otros lugares, duele cuando se le mete.
Y, para que ello no se repitiese seis veces volvieron a meterlo antes de levantarse del camastro, y de tal modo le extrajeron la soberbia de la cabeza que quedose tranquilo. Pero después volvíole la soberbia más veces y la joven siempre se mostró dispuesta a sacársela, hasta que el juego le acabó gustando, y dijo a Rústico:
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Con lo cual muchas veces se acercaba a Rústico y le decía:
-Padre, yo he venido aquí para servir a Dios y no para estar ociosa. Vayamos pues a meter el diablo en el infierno.
Y, mientras lo hacían dijo alguna vez:
-Rústico. Yo no se porque el diablo se fuga del infierno, que si allí se estuviera tan de buen gusto como el infierno lo recibe y tiene, no saldría jamás.
Y así, invitando a menudo la joven a Rústico y exhortándolo a servir a Dios, llegó la cosa al extremo de que él sentía frio en ocasiones en que otro hubiese sudado.
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-Y nosotros-dijo- por la gracia de Dios, tanto le hemos escarmentado, que ya el ruega al señor que se le deje en paz.
-Rústico si ya tu diablo está castigado y no importuna, a mí el infierno no me deja sosegar. De manera que conviene que tú, con tu diablo, mitigues la rabia de mi infierno como yo con mi infierno he mitigado la soberbia de tu diablo.
Rústico que vivía de raíces y de agua, mal podía atender tal necesidad, y dijo que hartos diablos se necesitarían para calmar aquel infierno, pero que él, con el suyo, haría lo que pudiese.
Alibech pasó a ser heredera de los bienes paternos. Y un joven llamado Neerbale, que había disipado todas sus riquezas, oyendo decir que la moza vivía, púsose a buscarla y la halló antes de que la justicia se apropiase de los bienes del padre por creerle muerto sin herederos.
Y, preguntándole las mujeres antes que Neerbale yaciera con ella, cómo había servido a Dios en el desierto, respondió que se ocupaba de meter el diablo en el infierno y que Neerbale había hecho gran pecado al quitarla de tan sabio servicio.
-¿cómo se mete el diablo en infierno?
-No te inquietes, hija, no; que eso también se hace aquí, y Neerbale servirá bien para el caso, si quiere Dios.
Y por eso vosotras, jóvenes, que necesitadas estáis de la gracia de Dios, aprended a meter el diablo en infierno, porque ello es muy grato al señor y placentero a las partes operantes y de ello mucho bien pueden nacer y seguirse.