sábado, 12 de septiembre de 2009

Amores de Medioevo

En el mes del amor y la amistad, SINCENSURA camina en retro hacia otros siglos para descubrir antiguas maneras de amar.

Hoy, aunque las cosas han cambiado, sexo con amor sigue siendo la llave para acercarnos a lo sublime de la vida



Hoy el
sexo se solicita y se ofrece de una manera más natural pero en la época en que vivió el escritor de la prosa vulgar italiana, Giovanni Boccaccio, a principio del siglo 14, había que inventarse unos cuentazos, que por supuesto ninguno de los dos creía, pero que servían de pretexto para ejercer la sexualidad.

Como el cuentazo que le armó el monje Rústico a la casta y gentil Alibech para desflorarla, contado por Boccaccio, en el libro El Decamerón.

Rústico, valiéndose de muchas palabras y aprovechándose de la devoción de la doncella, primero, la convenció de lo muy rival de Dios que es el diablo, luego, le mostró su diablo enardecido de pasión y después le dijo que una manera de servirle a Dios era encarcelando el diablo en el infierno de ella.

Alibech, queriendo obtener el favor de El Señor, accedió.

Con tan maravilloso juego de palabras el monje poseyó a Alibech no sólo una sino seis veces más y luego muchas veces seis. La damisela accedió sin oponerse porque creyó haber encontrado una forma placentera de servirle a Dios.

La narración de Boccaccio termina en lo que hoy se ha llamado guerra de sexos pues las llamas del infierno de Alibech debilitaron al potente diablo de Rústico que la complacía en tan escasas ocasiones que era, según narra Boccaccio, como echar un haba en la boca de un león.

El final de esta divertida historia lo podrán leer más adelante pero lo cierto del asunto es que en el siglo 14 las mujeres no se entregaban tan fácil a los hombres, eran más castas e incorruptibles, por lo reprimida que era la sociedad en aquel momento y por el temor al castigo del infierno del que hablaban el Papa y los obispos que eran los representantes de Dios en la tierra.

De esa Italia pujante y pacata del Medioevo, de la que se burla Boccaccio, al mundo de hoy muchas cosas han cambiado. Entre ellas la forma de pedir y aceptar el sexo. Debe ser por la mano que le dio Freud, en el siglo 20, a la sexualidad humana al desmitificarla y reconocerle su papel en la formación de las neurosis por la represión sexual.

Freud, con su mente estudiosa y analítica, descubrió simbología de tipo sexual erótico en los sueños humanos y hasta en los rasgos del arte como el David de Miguel Ángel donde halló expresiones homosexuales del escultor. Freud sacó el sexo de las llamas del pecado y puso en evidencia el factor del inconsciente como forma importante de lo que somos, de manera que el 80 por ciento de nuestras acciones son inconscientes.

Liberado el sexo con Freud, universalizado el condón y superados los temores de chamuscarse en las llamas del Infierno las mujeres se desinhibieron y entraron al baile del sexo que es la fiesta de la vida misma y ¿porque no? del sexo y el amor, que es el verdadero goce de la vida.

Pero fue tanta la liberación de las mujeres y la sexualidad que hoy, incluso, se habla de las prepago, una categoría con la que se designa a millones de mujeres a lo largo y ancho del Planeta que han convertido su sexo en una fuente importante de ingresos. Ingresos para la universidad, para el arriendo, para el ascenso social, para las joyas y lujos, para conseguir una visa de residente ó simplemente a cambio de una cena y una rumba.

Inclusive hay mujeres que anuncian por internet la venta abierta de su virginidad.

Es decir que el sexo se volvió una mercancía. Y cuando el sexo se convierte en mercancía es prostitución.

Pero para ser justos hay que decir que no es la totalidad de las mujeres las que se dedican al comercio del sexo. También en el Planeta hay millones de mujeres (y hombres) que entienden el amarse en la carne como un tributo al amor mutuo y como un premio al ser amado.

Seres humanos que ven el sexo como un acto biológico y natural que se dimensiona con el sentimiento amoroso, donde lo masculino se sumerge en lo femenino y trasciende a la unidad. Donde dosse hacen uno.

Para este tipo de pensamiento no hace falta la compra del amor porque el amor no es una mercancía.

En este mes del amor y la amistad, y hablando de la piel y del alma, SINCENSURA quiere brindarle un tributo a la alianza infalible que se produce cuando se encuentran, en la misma cama, el sexo y el amor. Y es infalible porque cuando nos damos por amor la gratificación no es económica sino íntima y profunda.

El sexo con amor no significa disminución de la llama de la pasión, por el contrario,permite a los amantes adentrarse en lo mas profundo de los sentimientos humanos a través de la piel. En estos casos la penetración es mucho más que física porque las almas permanecen juntas.

Cuando los amantes están llenos de amor el sexo se convierte en una fogosa aventura que ofrece sorpresas nuevas cada día.

Vivir la sexualidad con sentimientos amorosos es una elección que hoy puede lucir anacrónica o romántica por la comercialización que se hace del sexo pero nos acerca a lo sublime de la vida que trasciende en nuestro propio ser.

Ese es, en realidad, el verdadero regocijo de la vida.


Cuando Alibech aprendió a meter el diablo en su infierno

Décimo Cuento. El Decamerón. Giovanni Boccaccio. Autor genial del Siglo 15. Italia.

-Quizá nunca, graciosas mujeres, hayáis oído decir: como se mete el diablo en el infierno, y por eso, sin apartarme de los efectos a que todo este racionamiento ha tendido, os lo quiero decir.

Pero, viniendo al hecho digo que en la ciudad de Capsa, en Berbería, hubo un hombre muy rico que entre sus demás hijos tuvo una hijita bella y gentil, llamada Alibech.

Y, no siendo ella cristiana un día preguntó a uno de qué modo y con menos impedimento podía servirse a Dios.

Respondíole el otro que mejor servían a Dios los que de las cosas del mundo huían, como quienes partían a los desiertos de la Tebaida.

La joven, que era muy simple y sólo tenía catorce años, no impelida por un ordenado deseo sino por muchachil capricho, sin nada hacer saber a nadie, a la siguiente mañana, a escondidas, partió hacia el desierto de la Tebaida.

Alibech alcanzó, más adelante, el refugio de un joven ermitaño, llamado Rústico, que era persona devota y buena, que la retuvo consigo en su retiro, y al llegar la noche hízole un camastro de hojas de palma y le dijo que se acostase allí. Mas las tentaciones no tardaron en dar batalla a las fuerzas del eremita, el cual, hallándose muy engañado sobre ellas, sin esperar demasiados ataques volvió las espaldas y consideróse vencido,

Dio, pues, de lado santos pensamientos y las oraciones y disciplina, para sólo fijar en la memoria la juventud y belleza de la muchacha, pensando también en la forma de llegar, sin que ella lo notase, a conseguir, como hombre disoluto, lo que ella quería.

Primero probó, con ciertas preguntas, a saber si Alibech no había conocido varón todavía y sin tan simple era como mostraba. Y cerciorándose, creyó que podía acomodarla a sus placeres so capa de servir a Dios. Y así, ante todo le mostró con muchas palabras lo muy enemigo de Dios que era el diablo, y luego le dio a entender que el mejor servicio que se podía hacer a Dios era meter el diablo en el infierno al que el Señor le había condenado. La jovencita le preguntó cómo se efectuaba eso, y Rústico le contestó:

-Pronto lo sabrás, y para ello haz lo que me veas hacer.

Y comenzó a quitarse las pocas ropas que llevaba, hasta quedar del todo desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y él, arrodillándose como para orar, la atrajo cerca de sí.

Y, así estando, Rústico sintióse más encendido que nunca en deseos al verla tan bella, con lo que se produjo la resurrección de la carne. Notándole Alibech, maravillóse y dijo:

-Rústico, ¿qué cosa es esa que te veo, que sobresale hacia fuera y no la tengo yo?

-Hija mía- dijo Rústico-, este es el diablo de que te he hablado y tantas molestias me da que no lo puedo sufrir.

Entonces dijo la joven: loado sea Dios, que ya veo que estoy mejor que tú, puesto que no tengo ese diablo.

Dijo Rústico:

-En verdad que en cambio tienes otra cosa que no tengo

¿El qué?-preguntó Alibech.

A lo que Rústico dijo:

-tienes el infierno; y te digo que creo que Dios te ha mandado aquí para salvación de mi alma, porque siempre que el diablo me cause esta importunidad, si tienes piedad de mí y permites que yo en el infierno lo meta, tú me darás grandísimo consuelo y a Dios daremos mucho placer y servicio si es que tu a esta regiones para eso viniste.

La joven, de buena fe, repuso:

-Padre mío, puesto que yo tengo el infierno sea ello cuando os plazca.

Dijo entonces Rústico:

-¡Bendito seas, hijita mía! Vamos a meter en el infierno el Diablo para que me deje en paz.

Y, esto diciendo, llevó a la joven a una de las yacijas y le enseñó cómo debía ponerse para encarcelar a aquel maldito de Dios. La joven, que nunca en el infierno había puesto diablo alguno, sintió la primera vez un poco de molestia, y dijo a Rústico:

-Malo, padre mío, debe ser ese diablo y muy enemigo de Dios porque aún en el infierno, sin hablar de otros lugares, duele cuando se le mete.

-Hija, no será siempre así- dijo Rústico

Y, para que ello no se repitiese seis veces volvieron a meterlo antes de levantarse del camastro, y de tal modo le extrajeron la soberbia de la cabeza que quedose tranquilo. Pero después volvíole la soberbia más veces y la joven siempre se mostró dispuesta a sacársela, hasta que el juego le acabó gustando, y dijo a Rústico:

-Ya veo que era verdad lo que decía aquella buena gente de Caspa, esto es, que el saber servir a Dios es cosas dulce; y por cierto que no recuerdo haber hecho otra que me diera tanto deleite y placer como meter el diablo en el Infierno, por lo que juzgo que toda persona que piense en otro asunto que en servir a Dios, debe ser una bestia.

Con lo cual muchas veces se acercaba a Rústico y le decía:

-Padre, yo he venido aquí para servir a Dios y no para estar ociosa. Vayamos pues a meter el diablo en el infierno.

Y, mientras lo hacían dijo alguna vez:

-Rústico. Yo no se porque el diablo se fuga del infierno, que si allí se estuviera tan de buen gusto como el infierno lo recibe y tiene, no saldría jamás.

Y así, invitando a menudo la joven a Rústico y exhortándolo a servir a Dios, llegó la cosa al extremo de que él sentía frio en ocasiones en que otro hubiese sudado.

Principió, pues, a decir a la joven que al diablo no había que castigarlo, ni meterlo en el infierno sino cuando el, por soberbio levantara la cabeza.

-Y nosotros-dijo- por la gracia de Dios, tanto le hemos escarmentado, que ya el ruega al señor que se le deje en paz.

Con esto impuso algún silencio a la joven, la cual viendo que Rustico no le pedía ya que metieran el diablo en el infierno, díjole un día:

-Rústico si ya tu diablo está castigado y no importuna, a mí el infierno no me deja sosegar. De manera que conviene que tú, con tu diablo, mitigues la rabia de mi infierno como yo con mi infierno he mitigado la soberbia de tu diablo.

Rústico que vivía de raíces y de agua, mal podía atender tal necesidad, y dijo que hartos diablos se necesitarían para calmar aquel infierno, pero que él, con el suyo, haría lo que pudiese.

Y así, de vez en cuando la satisfacía, pero en tan escasas ocasiones, que era como echar un haba en la boca del león; y la joven, pareciéndole no servir a Dios como debía, se quejaba bastante. Y mientas estas cuestiones se dirimían entre el infierno de Alibech y el diablo de Rústico, por tener uno demasiado deseo y el otro poco poder, hubo en Capsa un incendio en el que pereció, en su propia casa, el padre de Alibech con todos sus hijos y su servidumbre.

Alibech pasó a ser heredera de los bienes paternos. Y un joven llamado Neerbale, que había disipado todas sus riquezas, oyendo decir que la moza vivía, púsose a buscarla y la halló antes de que la justicia se apropiase de los bienes del padre por creerle muerto sin herederos.

Y así, con gran placer de rústico, y contra el parecer de ella, llevóse Neerbale a Capsa y la tomó por mujer y entró en posesión de su patrimonio.

Y, preguntándole las mujeres antes que Neerbale yaciera con ella, cómo había servido a Dios en el desierto, respondió que se ocupaba de meter el diablo en el infierno y que Neerbale había hecho gran pecado al quitarla de tan sabio servicio.

Las mujeres preguntaron:

-¿cómo se mete el diablo en infierno?

La joven, con palabras y actos, se lo mostró. Y ellas rieron, y aun creo que deben seguir riendo, y dijeron:

-No te inquietes, hija, no; que eso también se hace aquí, y Neerbale servirá bien para el caso, si quiere Dios.

Y luego, contándolo una a otra por la ciudad, consiguieron convertir en dicho vulgar el de que ningún modo se sirve mejor a Dios que metiendo el diablo en el infierno. Dicho que, habiendo traspasado el mar, aun dura.

Y por eso vosotras, jóvenes, que necesitadas estáis de la gracia de Dios, aprended a meter el diablo en infierno, porque ello es muy grato al señor y placentero a las partes operantes y de ello mucho bien pueden nacer y seguirse.

5 comentarios:

  1. AMORES DE MEDIOEVO ES UN BELLO MOMENTO DEL BLOG.. LA PAGINA ESCAPO DE LOS TEMAS DEL DIA PARA ATERRIZAR EN UNA PROPUESTA ESTETICA Y TEMATICA DE MUCHO FONDO.. LAS IMAGENES QUE ACOMPAÑAN EL ARTICULO Y EL CUENTO SON UN ACIERTO. VIVA EL ARTE EN SINCENSURA. ME ENCANTO
    A MEDINA

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  2. ME ENCANTO.. PONE A PENSAR.. TIENE BELLOS APORTES..

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  3. Prepagos hay hasta en mi colegio.
    Luisa margarita. Barranquilla

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  4. pero a los hombres les gusta las viejas faciles.me consta
    maria de cucuta

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  5. nunca habia leido ese cuento. es muy chevere.
    sandra maria sanchez. bucaramanga

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